martes, 19 de enero de 2010

Más de 10.000 niños españoles destinan sus ahorros a la infancia desprotegida

A ningún niño debería faltarle la sonrisa a causa de la enfermedad, la guerra o el hambre. Este objetivo, que aún no hemos podido convertir en una realidad, es un compromiso concreto para más de 10.000 niños españoles que todos los años, con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera, que se celebrará el domingo 24, colaboran con sus ahorros para que otros chicos en los países más pobres de África y Asia puedan «ser felices».

«Cuando éramos pequeños dábamos comida pero ahora que ya somos grandes doy lo que tengo en la hucha», asegura Eva que, con apenas 10 años, dice que cuando sea grande quiere ser misionera «para luchar por la injusticia que sufren» estos niños «pobres que no tienen nada». Sus compañeros del 5º curso del colegio de Cristo Rey en el madrileño barrio de Puerta del Ángel también son sensibles a la escasez de alimentos, escuelas y hospitales que hay en el continente africano. «Nosotros tenemos que aprender a no ser tan ambiciosos y no pedir tantas cosas porque ellos no tienen nada y nosotros, que tenemos muchas cosas, cada vez queremos más», explica Pablo, quien asegura que no le cuesta dar parte de la paga que le dan sus padres al ver «las condiciones en las que viven otros niños y que de verdad necesitan de nuestra ayuda».

España sigue siendo el país que más fondos destina a la Infancia Misionera, una institución

católica a la que pertenecen millones de niños en el mundo y «que tiene el objetivo de ayudarse entre los más pequeños para ir construyendo una sociedad más llena de paz», explica el director de las Obras Misionales Pontificias de España -responsable de esta campaña- y obispo de Pamplona, monseñor Francisco Pérez. En 2008, nuestro país aportó 4,7 millones de euros, por delante de Estados Unidos, Italia y Australia.

Con estos recursos se financiaron más de 200 proyectos en 23 países africanos, nueve asiáticos, uno europeo (Albania) y uno australiano (Nueva Zelanda). Estos fondos, cuyos ingentes frutos no podrían ser una realidad sin la labor de cientos de miles de misioneros repartidos por las zonas más olvidadas del planeta, sirvieron para sostener, por ejemplo, un orfanato en la diócesis de Djougou (Benín) en el que se acogen a 72 niños que son considerados «brujos» por la sociedad y que de no estar protegidos en este centro hubieran sido asesinados, o para dar asistencia alimentaria y médica a más de 1.000 niños desplazados por la guerra en Darfur (Sudán).
Aldabonazo a la conciencia

«Ante la crisis mundial los niños africanos la viven de forma más cruel y, por ello, hemos de ser más generosos en nuestra colaboración económica, para que muchos niños encuentren sentido en su vida y puedan subsistir», dice monseñor Pérez, quien recuerda que la Infancia Misionera «quiere ser expresión viva y aldabonazo fuerte a las conciencias de todos los seres humanos».

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